José Llorenti

Dirección del MAS-IPSP: Una lastimera decisión, repitiendo errores del pasado…camino a la catástrofe

Por: José Llorenti, catalogado como traidor del MAS-IPSP

Introducción

Es natural encontrar tiendas políticas que tengan contradicciones internas, incluso, algunos autores hablan de que es saludable tener varias concepciones políticas en el interior de un partido o movimiento político, porque esto permitiría construir consensos democráticos. El mismo Mao Tse Tung habla de la existencia de dos líneas en el interior del partido que deben coexistir con el fin que, de manera dialéctica, se tomen decisiones en base a principios de crítica y autocrítica.

Partiendo de ese punto, y obviamente tomando en cuenta que el MAS-IPSP siempre tuvo contradicciones internas en el pasado, hoy es menester analizar la última decisión tomada por la longeva dirigencia del MAS-IPSP donde establece que: “(…) los funcionarios públicos y autoridades designadas no pueden ni deben participar en los congresos nacionales, departamentales, regionales, provinciales, municipales y sectoriales”.

Esta decisión tomada por la dirigencia del MAS, a todas luces arbitraria y antidemocrática, no es una casualidad, ni tampoco algo que sorprende, porque en el fondo es el recorrido natural de toda una cadena de episodios que iniciaron con el intento de electoralizar el campo político por parte del expresidente, Evo Morales, seguido por la disociación maniqueísta entre traidores/leales, continuando con la construcción de dos bancadas en el interior de la Asamblea Legislativa: (evistas y luchistas), profundizada con la violencia y el paralelismo entre organizaciones, etc., etc.

¿Cómo explicamos lo que está pasando?

Primero se debe tomar en cuenta que las contradicciones y divergencias políticas e ideológicas son naturales, y que deben enfocarse siempre desde la esfera de la democracia interna en un partido político, esa es una visión saludable de la política partidaria; el problema inicia cuando estas contradicciones que tienen una naturaleza ideológica, son llevadas al plano axiológico y valorativo bajo el canon nada constructivo de amigo/enemigo, es decir, que ya no se ve a tu compañero de partido político como alguien que pueda pensar diferente a ti, sino más bien bajo el epíteto de enemigo, o como lo llama Evo Morales (y el evismo): “traidor”.

El traidor per se, es peor que el enemigo, porque el traidor en algún momento fue alguien cercano, y si lo vemos desde un plano axiológico y cultural, el traidor es peor que un oponente cualquiera, porque personifica en la memoria popular, y peor en un país tan religioso como el boliviano, a personajes como Caín o como Judas (ambos se encuentran en el último círculo del infierno al lado de satanás según Alighieri, para quienes les gusta la literatura religiosa).

El traidor, además, es una persona que representa todo lo que teóricamente una persona leal detesta, en este sentido, si alguien se considera leal (“evista”, dirían los evistas), por consecuencia, un traidor es más que un enemigo político, es un enemigo ético, por ende, todo lo que diga esa persona es inválido por esencia, por ende, destruirlo es un deber ético. En pocas palabras, acabar con el “renovacionismo” o “el luchismo” o “el choquehuanquismo”, no es un tema político, se convierte en un tema ético y hasta religioso si consideramos el fanatismo característico del caudillismo.

De esta manera, las contradicciones políticas que podrían ser consideradas saludables para el ejercicio pleno de una democracia interna en un partido político, se convierten en contradicciones destructivas y es precisamente lo que está sucediendo en el interior del MAS-IPSP actualmente. Un tema político (incluso electoral) se convirtió en un tema ético, por lógica, el camino del diálogo es casi inexistente, porque no se puede debatir o dialogar con quien es un “traidor”, porque al hacerlo, también te exponer a ser llamado traidor…

Ese tipo de razonamiento es el que abunda en el MAS-IPSP y es el que dio cabida y espacio a la publicación de ese comunicado de la dirigencia del MAS-IPSP, razonamiento que, inevitablemente desembocarán en la división o en la salida forzosa de uno de los dos bandos, no sin antes violencia, porque ese es el lenguaje con el que se debe hablar con los “traidores”, con la violencia.

Si a esto se añade, el interés de electoralizar el campo político para desgastar a un gobierno, no solo la guerra es “ética”, es una batalla contra el reloj porque no se puede permitir que “el gobierno de los traidores”, continúe en el poder por más tiempo.

Lastimosamente en este contexto, es que no importa lo que haga el gobierno del presidente Arce, incluso, mejores cosas que su antecesor o las mismas cosas, por ser hechas por “un traidor”, no son útiles, o, mejor dicho, son falsas o mentiras, porque -obviamente- nada bueno puede venir de un traidor.

¿Cómo superar esto?

La salida a esto es volver al inicio, dejar que las contradicciones políticas sean vistas desde la óptica política e ideológica, y no reducirlas a una narrativa maniquea de traidor/leal, porque esa narrativa es la que está destruyendo actualmente al MAS-IPSP.

Para ello, existen salidas: elecciones internas, renuncias personales, acuerdos programáticos y políticos de gobernanza, entre otras., y por supuesto, realizar la autocrítica de lo sucedido el año 2019, que es la única manera de no repetir los errores del año 2016, cuando no se respetó los resultados de un referéndum que fue finalmente lo que creó las condiciones objetivas para provocar un golpe de Estado en el país. Analizar la Revolución, su naturaleza, sus protagonistas y los cambios de época suscitados en ya 17 años, es más importante que nunca y eso debe realizarse en un congreso del MAS-IPSP, no el debate entre quienes son traidores y quienes no, y cuánto tiempo falta para ver quienes serán los nuevos traidores, porque ese es el camino del desastre, esa narrativa es la narrativa de la catástrofe.

Brevísima historia de la Comunicación Gubernamental, Bolivia 1985-2023

Por: José Llorenti

Paz Estenssoro llegó al gobierno con 26% de los votos el año 1985, obteniendo menos votos que Banzer (28%), pero por determinados acuerdos parlamentarios y de otra índole, fue el presidente del país por cuarta ocasión. Lejos quedaron aquellos años de la Revolución Nacional, donde el MNR ganaba con el 80% y 70%, ahora gobernaba en minoría, por lo cual los acuerdos parlamentarios cobraban mucha más notoriedad y por supuesto, el parlamento también.

Y así como cambió la forma de hacer política en el país, en un país sin revolución, también cambió la forma de hacer comunicación gubernamental (gestión) y comunicación política. Entendamos comunicación gubernamental, como lo define, Mario Riorda, como “un método a través del cual un gobierno democrático intenta hacer explícitos sus propósitos u orientaciones a la opinión pública para obtener apoyo o consenso en el desarrollo de sus políticas públicas”.

Paz Estenssoro, acostumbrado a los fastuosos actos electorales y mensajes políticos populistas y decorados con membretes marxistas, nacionalistas y revolucionarios ante amplios públicos movilizados, cambió su forma de hacer comunicación con contados y cortos mensajes en sus últimos 4 años de gestión.

La posta en términos de vocería y comunicación la entregó a su gabinete económico, el cual era dirigido por Juan Cariaga, Fernando Illanes, Carlos Morales, Ramiro Cabezas y Herman Antelo Laughlin, este último ministro de informaciones de Paz Estenssoro. (Peñaloza: 1989)

Es así que la tecnocracia se imponía a los mensajes populistas. La discursiva revolucionaria, extinta ya, era cambiada por la racionalidad en el manejo del Estado y el apuro en darle más poder al mercado, o como se denominaría unos años después: el fin de la historia había llegado. A esto se añade la masificación de medios como la televisión en Bolivia, que en los siguientes años se volvería en el medio hegemónico.

Seguramente Estenssoro pensó que poco ya podía decirle a la gente, ya era un ícono en la historia del país; la época de Estenssoro (El “Jefe” como le decían”) como el “medio de comunicación” mediante el cual las masas hacían escuchar sus demandas había terminado, ahora las masas usaban sus medios de comunicación para emitir sus mensajes, era una época de disgregación social, no podía esperarse lo contrario.

Esta primera etapa concluyó profesionalizando en muchos aspectos la comunicación política y de gestión, y en particular la televisión como el zenit y el creador de mensajes, personajes, historias y presidentes en Bolivia.

La gestión de Paz Estenssoro, dejó, por denominarlo de alguna manera, el presidencialismo comunicacional, para dar espacio a sus voceros más importantes, en este caso, en un contexto histórico de reajuste económico y apertura neoliberal, su gabinete económico era el vocero fundamental de su gobierno en alianza cerrada con sus medios de comunicación afines.

Y fue así que, concluidos sus cuatro años de gestión, llegó Jaime Paz a la presidencia, sobrino de Paz Estenssoro, para reemplazarlo en la conducción del país. Jaime Paz venía de dos vertientes: ser vicepresidente de Hernán Siles Suazo, y con la influencia en comunicación de Mario Rueda Peña, quizás el mejor ministro que tuvo Siles Suazo en su breve y casi raquítica gestión, quien se encargaba de dar estabilidad en temas mediáticos a un gobierno que se caía a pedazos, y la otra vertiente la de su tío y de Herman Antelo Laughlin, también ministro de informaciones en su época, con un estilo diferente a Rueda Peña.

Jaime Paz, con estas dos influencias, prefirió una tercera, la de su principal asesor, Oscar Eid, un hombre que hacía que las palabras sean cosas, inventaba frases que construían narrativas como el exitoso e histórico “el triple empate”, que en realidad era un tercer lugar, sin embargo, abusar de la suerte siempre provoca mala suerte, y la comunicación de gestión de Jaime Paz y el gobierno del MIR se vio limitada por declaraciones antojadizas y contradictorias de su líder, a esto se incluye los casos de corrupción y narcotráfico que agrietaron aún más su gestión.

Jaime Paz mezcló una comunicación de gestión tecnocrática en el mensaje, con frases rimbombantes dichas en conferencias de prensa semi-informales. La comunicación de Paz fue diferente de la de su tío, mucho más presidencialista y marcada por la improvisación, a diferencia de la efectuada en el gobierno que le precedió.

Terminado el mando de Jaime Paz, la televisión se convirtió en el todopoderoso de los medios de comunicación, y sus conductores y opinadores como verdaderos protagonistas en el consumo mediático de la población. En este contexto, llegó al gobierno, Gonzalo Sánchez de Lozada, exministro de Paz Estenssoro con la experiencia de haber sido parte de aquel gabinete económico histórico y ganando la pulseta a Ciro Humboltd en el MNR, en un enfrentamiento entre la vieja guardia movimientista y la nueva generación.

“Goni”, mantuvo los primeros 6 meses de su gobierno al reconocido Herman Antelo, para después entregarle la cartera de comunicación a Mauricio Balcázar Gutiérrez, su yerno.

La comunicación gonista dejó la herencia “economicista” de la primera gestión de Paz Estenssoro, para implementar planes sociales y políticos, véase, por ejemplo, la Participación Popular (digamos el intento más racional y moderno de estructurar el país de manera territorial) y el Bonosol. Era necesario ese viraje, la sociedad había cambiado, el país también, y obviamente las necesidades también.

El gobierno de “Goni” impulsó la medición científica en temas comunicacionales, el control de medios de comunicación y tuvo una vocería firme en su yerno, un hombre que dominaba la escena y los temas de coyuntura con bastante acuosidad. En esta época, donde se profundizó el neoliberalismo con una agenda privatizadora (capitalizadora, si quieren usar eufemismos), también se profundizó la unidad entre los medios masivos y el gobierno, llegando a ser voceros y defensores de este. Un claro ejemplo de esto fue el extinto “Grupo Líder”.

Este nuevo MNR, a la cabeza de Sánchez de Lozada, llegó al poder con el 35% de los votos, superando la votación obtenida por Paz Estenssoro en su última gestión del 26%, y tomando votos del banzerismo que había caído del 28% al 21%, fue el gobierno que más apoyo popular obtuvo en la denominada era de la democracia pactada.

Sánchez de Lozada usando frases como: “tengo el cuero más duro”, haciendo referencia a que en político se “curtió”, e impulsando el denominado “Plan de Todos”, tomó el gobierno con relativa esperanza en la población, esperanza que, por supuesto, se fue extinguiendo a medida que se tomaban cada vez más medidas privatizadoras y antipopulares.

La comunicación de “Goni”, era caracterizada por el manejo claro y tecnocrático del mensaje en espacios donde él se sentía cómodo, un set de televisión, una grabación para el mensaje presidencial o incluso en foros debates (en épocas electorales) donde las respuestas y hasta la forma de vestir estaban medidas por un grupo de asesores profesionales en el manejo de la comunicación. Pocos notaban que ni siquiera hablaba bien español.

Sin embargo, existe una verdad de Perogrullo, cuando la gestión es mala o anti-popular, ni la mejor estrategia de comunicación te salva, y fue más o menos así, lo que sucedió con Gonzalo Sánchez de Lozada.

Concluida su gestión llegó al poder: Hugo Banzer Suárez, exdictador y autoritario per se por su formación de militar, fue el único exdictador del Cono Sur en regresar al poder por vía democrática, algo que habla muy bien de él, o muy mal del país; de todas maneras, Banzer Suárez apoyado en su 22% de respaldo popular, y ante la caída en desgracia de sus contendientes por paupérrimas gestiones, tomó el poder. El ministro de informaciones del gobierno de Banzer, Manfredo Kempff Mercado, fiel devoto defensor del exdictador, y conocido escritor, mantuvo una relación con la prensa autoritaria y menospreciando el trabajo periodístico, al nivel de escribir un libro llamado “Hombres de Papel”, donde trató de retratar su trabajo en la cartera de Estado que encabezó durante el gobierno de Banzer Suárez.

La relación de Banzer con la prensa fue obviamente mejor que en las épocas dictatoriales, donde periódicos como Presencia o La Prensa fueron presas de su censura, sin embargo, siempre osciló entre la mano dura, la censura y la negociación con los dueños de las empresas de comunicación, fundamentalmente con los medios cruceños. Banzer mantuvo una comunicación de gestión más concentrada en la buena relación con los dueños de los medios, que, con los mensajes políticos y populistas, reduciendo su gestión al denominado “Plan de Gobierno: Para Vivir Mejor”.

Banzer Suárez no pudo terminar su mandato debido a la enfermedad que le aquejaba, y terminó dejando la presidencia a Jorge Quiroga, quien, actuó como bisagra para las elecciones 2002, manteniendo una relación con la prensa casi sin cambios, aunque con mas carisma que su antecesor.

El contexto histórico y político había cambiado en los últimos años, la Bolivia de 1985 ya no era la del 2002, los acuerdos políticos, las masacres en el Trópico de Cochabamba, en la denominada Guerra del Agua, las privatizaciones, etc., etc., configuraron una nueva sociedad que poco quería saber de la democracia pactada y que se encontraba en una fase pre-insurreccional. En este contexto, Bolivia fue a elecciones el año 2002, ganando la presidencia por segunda ocasión, Gonzalo Sánchez de Lozada con el 22%, solamente un punto por encima del nuevo conteniente, Evo Morales, con el 21%, quien ya fue diputado y que de alguna manera sintetizaba la frustración nacional en torno al neoliberalismo y la democracia pactada en su fase terminal.

Desde el año 1985, a pesar de los múltiples estilos y técnicas para hacer comunicación, y de las relaciones con los medios masivos y la prensa, la narrativa estatal en todas las gestiones fue similar, bajo un mismo paradigma afín al libre mercado, a la democracia formal y constitucional, a la globalización y al gobierno de los Estados Unidos, y profundamente clasista y elitista defensor de las empresas transnacionales. Eso no cambió ni con Paz Estenssoro ni con el último gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada.

La crisis de comunicación fue tan evidente, como reflejo de la crisis política y económica, que el gobierno de Sánchez de Lozada, tuvo que buscar como su candidato a vicepresidente al hasta entonces el mejor comunicador social del país: Carlos Mesa. En otras palabras, la gente ya no creía en el mensaje, necesitaba un nuevo mensajero y por supuesto, Mesa de tradición familiar movimientista y fiel defensor de “Goni” en todos los años que estuvo en televisión, estuvo ahí para apoyar a la última gestión del MNR después de más de medio siglo de vida como protagonista en la historia política del país.

Sin embargo, aunque “Goni” ganó las elecciones el 2002, no le alcanzó para continuar con su mandato siendo derrocado un año después por dos levantamientos sociales (febrero y octubre). El saldo de muertos entre ambos actos fue de más de un centenar, y los grandes medios de prensa habían jugado un rol miserable defendiendo al régimen de Sánchez de Lozada al nivel de ocultar lo que estaba pasando en el país, hecho que no pasó desapercibido y que la sociedad movilizada lo notó, cayendo la imagen de los medios de comunicación de factores democratizantes de la información a simples reproductores del poder hegemónico (aunque ya no tan hegemónico).

Sánchez de Lozada renunció a su mandato, dejando a la cabeza al mejor comunicador del país hasta ese entonces, el incólume, Carlos Mesa, sin embargo, su capacidad comunicativa no funcionó, la gente tenía una agenda y lo mínimo que esperaba de sus gobernantes era cumplirla o mantener el silencio, lo que no entendió Mesa, siendo derrocado igual que su antecesor. El siguiente presidente, Rodríguez Veltzé entendió más el estado de la relación entre los medios, los gobernantes y la sociedad civil y optó por el silencio en su corta gestión posesionando al nuevo presidente el año 2005: Evo Morales, quien ganó las elecciones superando el 50%, demostrando que el país había decidido masivamente por un cambio de narrativa.

La relación de Morales con los medios de comunicación tuvo dos fases: la polarización y la hegemonía (Molina: 2014).

En primera instancia, antes de explicar este desarrollo político y sociológico, hay que ver que la puesta en escena del evismo- masismo, que en cuestión simbólica y de mensajes, fue un cambio de 180 grados a la que caracterizó Bolivia en los últimos 20 años. Así como Paz Estenssoro abandonó la narrativa revolucionaria y las puestas en escena llenas de personas movilizadas en su última gestión (1985-1989), debido a que “la revolución había terminado”, Evo Morales retomó toda la narrativa del nacionalismo revolucionario en temas comunicacionales y la profundizó con grandes y majestuosos encuentros y movilizaciones, minutos de silencio por los héroes caídos, simbología indigenista, airadas consignas antiimperialistas y todo tipo de códigos populistas de identificación profunda con la sociedad.

Si la Revolución Nacional había usado Tiwanaku como la cuna del origen del “ser boliviano” y la búsqueda del mestizo en la unión entre indios y criollos; la Revolución Democrática y Cultural, empezó a usar a Tiwanaku como la cuna del indio decimonónico y revolucionario, como la reencarnación de Tupac Katari, era como ver la continuación de la Revolución Nacional inconclusa, pero esta vez iba a ser concluida por quienes fueron negados en la Revolución: los indios.

Este tipo de mística revolucionaria, anclada en profundos actos de resistencia anticolonial prehispánica y republicana, con la memoria de las masacres y la segregación racial, creó las condiciones objetivas para que la comunicación de la gestión de Evo Morales sea de grandes movilizaciones populistas, discursos incendiarios y auditorios llenos, Evo Morales era un medio de comunicación, el medio de comunicación de las masas movilizadas, y por eso podía enfrentarse a otros medios de comunicación llamándolos incluso “enemigos”.

Fenómeno que ocurrió en varios países de América Latina, donde los medios de comunicación -suplantando a los partidos políticos tradicionales- iniciaron ataques furibundos a los gobiernos populares en la región.

Si desde el año 1985 hasta el 2005 en Bolivia no existieron héroes (más que parciales y regionales, Carlos Palenque, digamos), porque quien construyó la historia era el mercado (vaciamiento de la historia es la frase usada para explicar esta etapa de la historia de Bolivia), desde la caída del neoliberalismo el heroísmo había retornado al pueblo y ya tenía sus propios representantes, en el caso boliviano era evidente: Evo Morales era el héroe, y como tal, cumplió lo que exigía el pueblo: nacionalización, asamblea constituyente, refundación del país, pero sobre todo: dignidad, y eso simbolizó Morales en esta gestión. Incluso, la forma de vestir de Morales llegó a ser más importante que los mensajes que podía decir la oposición en el país.

En términos mediáticos, la lucha entre Evo Morales (en tanto medio de comunicación) y los medios de comunicación fue radicalmente opuesta, hasta la llegada del Golpe Cívico Prefectural y el intento de revocatorio a Morales (2008-2009) y la derrota de la llamada “derecha”. Una vez victoriosa la Revolución Democrática y Cultural, la relación con los medios cambió, se procedió a una construcción hegemónica del mensaje con apoyo de los medios de comunicación en otrora enemigos.

Esta relación amistosa entre la Revolución y la Oligarquía y sus medios, fuera de algunos chispazos, nunca llegó a incendiarse y legitimó al gobierno de Evo Morales y a su forma de hacer comunicación: grandes auditorios, mensajes estrafalarios, mensajes generales en escenarios particulares, línea política directa, electoralización del campo político y un medio de comunicación de transmisión constante de los mensajes del presidente.

La comunicación tecnocrática y “racionalizada” de las épocas neoliberales en sus distintas facetas (pazestenssorista, banzerista, gonista, etc.) fue olvidada y llegó al gobierno la comunicación populista y revolucionaria, la de los primeros años de la Revolución Nacional.

El equipo de trabajo de Morales coadyuvó en la gestión y la administró, la comunicación era manejada casi exclusivamente por el mismo presidente, y todo el equipo de acompañantes eran algo en relación a Morales, si Morales (como medio de comunicación), amplificaba la voz de algún ministro o ministra, esta, era ya una figura pública y descollante.

Fue así hasta el año 2016, cuando existió un quiebre en la comunicación gubernamental, la heroica historia del líder de la Revolución (“Jefazo”), fue rota cuando se dejó de atacar al “entorno del presidente”, y se atacó a él mismo con una campaña agresiva por el caso Zapata que terminó por demostrar que el líder revolucionario que juraba en Tiwanaku, era de carne y hueso y tenía errores, y que no solo eso, también contradicciones.

Fuera de las razones por las que se perdió en el referéndum del año 2016, algo es cierto, la comunicación de gobierno cambió ese día con la llegada masiva a redes sociales y el quiebre moral de la base masista ante un flamantemente despintado Evo Morales ante la opinión pública.

La comunicación gubernamental ya dejó de ser únicamente Evo, y se tuvo que pensar en estrategias más elaboradas para continuar con la Revolución, por ejemplo, con la llegada del último ministro de Comunicación del evismo, Manuel Canelas, se dio más solvencia a la comunicación, sin embargo, mientras el MAS se preparaba comunicacionalmente para las elecciones del 2019, después de una travesía de 3 años de desgaste crónico, la política estaba funcionando, por otro lado, y estaba siendo llevada a cabo un golpe de Estado que terminó concretándose a pocos días de que Morales ganará la presidencia por una vez más con el 47% de los votos.

El régimen naciente de esas cruentas jornadas, con masacres incluidas en Senkata y Sacaba, de Jeanine Añez, se denominó mediáticamente como de “transición”, sin embargo, a diferencia de un verdadero régimen de transición como lo fue Veltzé con un manejo comunicacional basado en el silencio, prefirió el camino de la revancha, las masacres y la electoralización acelerando sus propias contradicciones hasta dejar el gobierno destruido y “devuelto” después de casi un año al MAS.

Esta vez el MAS ya no venía de la mano de Evo Morales y el heroísmo de la resistencia neoliberal, sino de la mano de Arce Catacora y David Choquehuanca como los herederos de la Revolución, y con cierto heroísmo por su resistencia al golpe de Estado, al régimen de Añez y a la persecución.

La comunicación gubernamental de Arce Catacora, hereda de Morales las grandes concentraciones populares y los combina con mensajes televisados difundidos también en redes sociales, es decir, combina una comunicación gubernamental populista y revolucionaria con mensajes de naturaleza más tecnocráticos. En temas de narrativa mantiene la narrativa del Estado Plurinacional de la primera fase del Proceso de Cambio a la cabeza de Evo Morales, narrativa que ahora parece insuficiente para las audiencias.

Si a este contexto mediático se añade las discusiones y divisiones internas en el MAS-IPSP, es decir, la crisis en el interior de la narrativa de la Revolución Democrática y Cultural, entre evistas/leales y traidores/renovadores (que prácticamente son todos los que no piensen como Evo Morales), la dificultad de llegar a las audiencias se incrementa porque se debe subsanar primero el contexto interno con una narrativa favorable a favor del Gobierno Central y no la actual que es favorable más bien al evismo, donde se impuso la narrativa entre radicales/renovadores, ahora convertida en “el MAS ya no está en el Gobierno”.

Para terminar, la evaluación política y comunicacional parte principalmente de entender que estos son procesos históricos y políticos y que la comunicación o las narrativas de la comunicación deben estar acordes a la altura de la época.

Caso Colodro y la posverdad

Por: José Llorenti

Aunque ya no está de moda hablar de la posverdad en temas políticos, o como un tema de moda académica, aún se sigue usando el concepto para realizar campañas de desprestigio político y comunicacional, y también, en campañas electorales desde el año 2016 con mayor énfasis.

La posverdad, para quienes no están familiarizados con el término, es un neologismo para hablar de una mentira que es usada deliberadamente para provocar reacciones y emociones en las personas apoyándose en creencias o prejuicios personales, negando (al menos en parte) la objetividad de un hecho, incluso negando hechos científicos o técnicamente comprobados con teorías arrebatadas como que: la “tierra es plana”, por ejemplo, o las “vacunas te introducen un chip al cuerpo”, o temas cada vez más ridículos que repetidos varias veces a los sujetos más proclives a ese tipo de mensajes -con personalidad paranoide o creyentes en teorías de la conspiración- tiene resultados devastadores para la verdad.

En Bolivia hay varios ejemplos de campañas de desprestigio y de posverdad en los últimos años con resultados gravísimos: la teoría de que los manifestantes en El Alto el año 2019 querían explotar la planta de Senkata y que eso mataría a decenas de miles de personas, o la repetida varias veces por Arturo Murillo y Fernando López, exministros de Añez, de que los manifestantes se dispararon entre ellos, etc.., etc.

En estos últimos días en el país hemos vivido una nueva campaña de posverdad en relación al caso “Colodro”, con teorías de la conspiración de que el señor Colodro habría sido asesinado por mafias del narcotráfico y que existían grafos en su cuerpo como señal de un cartel o pandilla, o que sicarios contratados lo habrían asesinado., o que descubrió algo y por eso fue “ajusticiado” y “torturado”, y otras tantas que circulan libremente en redes sociales y que son amplificadas por personajes como el señor Jorge Valda, (ex) abogado -ahora desautorizado- de la familia Colodro.

El tema inició el sábado 27 de mayo en la noche cuando fue encontrado el cadáver del ex interventor del Banco Fassil, y al amanecer, cuando se habían realizado los primeros informes forenses y otros estudios periciales por parte del Ministerio Público y la Policía Boliviana, el señor Valda y otros personajes empezaron a hablar de asesinato, de persecución, de amenazas, etc., etc.

La narrativa continuó el día domingo, cuando el ministro de Gobierno habló de presunta existencia de una carta póstuma del señor Colodro, la que fue publicada por medios de prensa horas después, y que, inmediatamente fue negada por el señor Valda y otros personajes de la política boliviana, alegando que no era su letra o que no escribía así, o temas subjetivos que buscaban provocar zozobra en la gente y cierta atmósfera de miedo e incredulidad en la ciudadanía, sin esperar los informes periciales y científicos al respecto.

Otras voces de la oposición política en Bolivia, empezaron a hablar de que el caso “Colodro”, sería el inicio de un nuevo “Caso terrorismo”, y que se buscaría criminalizar a la dirigencia cruceña y al empresariado desde el Gobierno Nacional.

Desde la agenda mediática, y en un contexto adverso para la investigación científica debido a las presiones externas y a la polarización política en el país, es que el caso fue “osificándose” y “tipificándose” en la sociedad boliviana como un asesinato (¿de parte de quién? No se sabe).

La narrativa del asesinato llegó a términos absurdos, al nivel de decir que el señor Colodro fue asesinado por el mismo gobierno, ocultando la mitad de la historia de que la investigación e intervención del señor Colodro al Banco Fassil se debió más bien a la quiebra de este banco por parte de sectores empresariales y políticos cruceños opositores al Gobierno Central, y que, si hubiera existido un asesinato, más bien, lo lógico es que provenga de estos sectores económicos y políticos.

De todas maneras, la campaña por la construcción del relato del “asesinato” de Colodro fue bastante eficaz porque una amplia mayoría del pueblo boliviano cree aún que fue un asesinato. Esta campaña se basó en al menos cuatro pilares:

  1. Apeló al miedo en la gente con la construcción de una ficción de que primero muere un testigo protegido (Caso ABC), después muere el abogado del señor Fernando Camacho y ahora muere el interventor el Banco Fassil, creando una coherencia interna entre hechos disímiles para provocar un sentimiento de orfandad e inseguridad en el país.
  2. El relato aprovechó la polarización existente en el país en temas políticos entre masistas vs no-masistas, para amplificarlo y exaltar los viejos antagonismos entre estos dos polos de la sociedad boliviana.
  3. Asimismo, el relato aprovechó la división existente en el MAS-IPSP, para reforzar la campaña del miedo y la “persecución” del gobierno de Luis Arce a cualquier persona que no comulgue con las directrices del gobierno.
  4. Y finalmente, el cuarto pilar, fue el uso de argumentos arrebatados basados en ideas de ajuste de cuentas y torturas sistemáticas, hechos que son muy aislados en el país, pero que por la fuerza mediática de los mismos hechos son puntos neurálgicos para la construcción de su narrativa.

A pesar de esto, y de la conferencia del ministro de Gobierno, que, al final, termina concluyendo científicamente en que fue un suicidio lo acaecido, tardará aún tiempo en que la gente logre liberarse de la discursiva de la posverdad del “asesinato”, “es más fácil engañar a la gente, que convencerlos que han sido engañados”, dicen por ahí.

Finalmente, es importante mencionar para concluir este escrito que, aunque la narrativa principal siga siendo la del asesinato, las condiciones objetivas para que esa narrativa siga creciendo son muy pocas:

  1. El abogado se alejó de la familia. La familia ya no quiere hablar del tema.
  2. A la oposición al gobierno le conviene que se quede como un suicidio, para no escarbar más en el tema y así evitar politizarlo.
  3. Es muy difícil rebatir argumentos científicos a largo plazo.
  4. La oposición al gobierno se dividió entre los que aún creen que fue un asesinato (sector afín a Jorge Valda), y otros que ya aceptaron la veracidad de la carta y prefieren hablar de los motivos que provocaron el suicidio (posiblemente la segunda parte de esta narrativa sea ésta).

De todas maneras, lo único cierto (además del suicidio del señor Colodro), es que no será la última vez que la posverdad será utilizada para atacar al gobierno del presidente Arce.