Caso Colodro y la posverdad

Por: José Llorenti

Aunque ya no está de moda hablar de la posverdad en temas políticos, o como un tema de moda académica, aún se sigue usando el concepto para realizar campañas de desprestigio político y comunicacional, y también, en campañas electorales desde el año 2016 con mayor énfasis.

La posverdad, para quienes no están familiarizados con el término, es un neologismo para hablar de una mentira que es usada deliberadamente para provocar reacciones y emociones en las personas apoyándose en creencias o prejuicios personales, negando (al menos en parte) la objetividad de un hecho, incluso negando hechos científicos o técnicamente comprobados con teorías arrebatadas como que: la “tierra es plana”, por ejemplo, o las “vacunas te introducen un chip al cuerpo”, o temas cada vez más ridículos que repetidos varias veces a los sujetos más proclives a ese tipo de mensajes -con personalidad paranoide o creyentes en teorías de la conspiración- tiene resultados devastadores para la verdad.

En Bolivia hay varios ejemplos de campañas de desprestigio y de posverdad en los últimos años con resultados gravísimos: la teoría de que los manifestantes en El Alto el año 2019 querían explotar la planta de Senkata y que eso mataría a decenas de miles de personas, o la repetida varias veces por Arturo Murillo y Fernando López, exministros de Añez, de que los manifestantes se dispararon entre ellos, etc.., etc.

En estos últimos días en el país hemos vivido una nueva campaña de posverdad en relación al caso “Colodro”, con teorías de la conspiración de que el señor Colodro habría sido asesinado por mafias del narcotráfico y que existían grafos en su cuerpo como señal de un cartel o pandilla, o que sicarios contratados lo habrían asesinado., o que descubrió algo y por eso fue “ajusticiado” y “torturado”, y otras tantas que circulan libremente en redes sociales y que son amplificadas por personajes como el señor Jorge Valda, (ex) abogado -ahora desautorizado- de la familia Colodro.

El tema inició el sábado 27 de mayo en la noche cuando fue encontrado el cadáver del ex interventor del Banco Fassil, y al amanecer, cuando se habían realizado los primeros informes forenses y otros estudios periciales por parte del Ministerio Público y la Policía Boliviana, el señor Valda y otros personajes empezaron a hablar de asesinato, de persecución, de amenazas, etc., etc.

La narrativa continuó el día domingo, cuando el ministro de Gobierno habló de presunta existencia de una carta póstuma del señor Colodro, la que fue publicada por medios de prensa horas después, y que, inmediatamente fue negada por el señor Valda y otros personajes de la política boliviana, alegando que no era su letra o que no escribía así, o temas subjetivos que buscaban provocar zozobra en la gente y cierta atmósfera de miedo e incredulidad en la ciudadanía, sin esperar los informes periciales y científicos al respecto.

Otras voces de la oposición política en Bolivia, empezaron a hablar de que el caso “Colodro”, sería el inicio de un nuevo “Caso terrorismo”, y que se buscaría criminalizar a la dirigencia cruceña y al empresariado desde el Gobierno Nacional.

Desde la agenda mediática, y en un contexto adverso para la investigación científica debido a las presiones externas y a la polarización política en el país, es que el caso fue “osificándose” y “tipificándose” en la sociedad boliviana como un asesinato (¿de parte de quién? No se sabe).

La narrativa del asesinato llegó a términos absurdos, al nivel de decir que el señor Colodro fue asesinado por el mismo gobierno, ocultando la mitad de la historia de que la investigación e intervención del señor Colodro al Banco Fassil se debió más bien a la quiebra de este banco por parte de sectores empresariales y políticos cruceños opositores al Gobierno Central, y que, si hubiera existido un asesinato, más bien, lo lógico es que provenga de estos sectores económicos y políticos.

De todas maneras, la campaña por la construcción del relato del “asesinato” de Colodro fue bastante eficaz porque una amplia mayoría del pueblo boliviano cree aún que fue un asesinato. Esta campaña se basó en al menos cuatro pilares:

  1. Apeló al miedo en la gente con la construcción de una ficción de que primero muere un testigo protegido (Caso ABC), después muere el abogado del señor Fernando Camacho y ahora muere el interventor el Banco Fassil, creando una coherencia interna entre hechos disímiles para provocar un sentimiento de orfandad e inseguridad en el país.
  2. El relato aprovechó la polarización existente en el país en temas políticos entre masistas vs no-masistas, para amplificarlo y exaltar los viejos antagonismos entre estos dos polos de la sociedad boliviana.
  3. Asimismo, el relato aprovechó la división existente en el MAS-IPSP, para reforzar la campaña del miedo y la “persecución” del gobierno de Luis Arce a cualquier persona que no comulgue con las directrices del gobierno.
  4. Y finalmente, el cuarto pilar, fue el uso de argumentos arrebatados basados en ideas de ajuste de cuentas y torturas sistemáticas, hechos que son muy aislados en el país, pero que por la fuerza mediática de los mismos hechos son puntos neurálgicos para la construcción de su narrativa.

A pesar de esto, y de la conferencia del ministro de Gobierno, que, al final, termina concluyendo científicamente en que fue un suicidio lo acaecido, tardará aún tiempo en que la gente logre liberarse de la discursiva de la posverdad del “asesinato”, “es más fácil engañar a la gente, que convencerlos que han sido engañados”, dicen por ahí.

Finalmente, es importante mencionar para concluir este escrito que, aunque la narrativa principal siga siendo la del asesinato, las condiciones objetivas para que esa narrativa siga creciendo son muy pocas:

  1. El abogado se alejó de la familia. La familia ya no quiere hablar del tema.
  2. A la oposición al gobierno le conviene que se quede como un suicidio, para no escarbar más en el tema y así evitar politizarlo.
  3. Es muy difícil rebatir argumentos científicos a largo plazo.
  4. La oposición al gobierno se dividió entre los que aún creen que fue un asesinato (sector afín a Jorge Valda), y otros que ya aceptaron la veracidad de la carta y prefieren hablar de los motivos que provocaron el suicidio (posiblemente la segunda parte de esta narrativa sea ésta).

De todas maneras, lo único cierto (además del suicidio del señor Colodro), es que no será la última vez que la posverdad será utilizada para atacar al gobierno del presidente Arce.

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